lunes, 27 de septiembre de 2010

LAS FLORES

COLOMBIA TIERRA DE FLORES

Colombia es el país de las flores. Más de cincuenta mil especies de todos los colores, todos los olores, todos los tamaños y todas las formas nacen, crecen y se reproducen bajo un cielo desde el cual, los primeros astronautas que viajaron a la Luna, afirmaron que de esa visión que tuvieron del planeta Tierra guardaban dos recuerdos muy vivos: la extensión de la muralla China y el verdor que cubría a Colombia.

Cuando se habla de Colombia en el mundo, una de los aspectos más comunes es mencionar sus flores. Este libro busca reafirmar esas imágenes, esas flores detrás de las cuales se esconden tantas emociones, tantos gestos, tantos logros, tantas batallas, tantas mujeres hermosas. Por eso, el libro abarca distintos aspectos de la flor, su connotación como símbolo de la exhuberancia de un país, el proceso histórico de su presencia al lado de los acontecimientos, cimientos, la vida cotidiana que gira a su alrededor, y el fenómeno de su cultivo y exportación a los mercados del mundo.

La ubicación geográfica de Colombia, en la zona tórrida, entre dos océanos y con una variedad de climas y accidentes geográficos que le permiten tener a pocos minutos de distancia selvas húmedas, bosques tropicales, costas ardientes, páramos encumbrados y otros ecosistemas fascinantes, ha servido para originar una vegetación, nativa muy rica dentro de la cual las flores se han convertido en símbolos de una exuberancia natural que sigue asombrando a viajeros y científicos que atraviesan el país. Es así como, dentro de ese entorno, dentro de ese paisaje urbano y rural, la flor se alza como el símbolo de una naturaleza que ha sido inmensamente generosa.

Esta riqueza biológica colombiana siempre ha sido así, como lo prueban los testimonios de los primeros indígenas que habitaron estas regiones y de los europeos que las colonizaron. Las mismas tierras donde las flores, como parte vital de esa riqueza, fueron utilizadas por los habitantes prehispánicos, admiradas por los conquistadores, registradas por los cronistas, estudiadas por los científicos, recolectadas y llevadas lejos por los viajeros, y convertidas en uno de los símbolos inequívocos de esa historia que sigue viviéndose todos los días.

La presencia de la flor en todos los climas, regiones y etapas históricas del país, ha provocado un fenómeno interesante y cotidiano, la cultura de la flor, es decir la forma como el colombiano común y corriente actúa ante las flores, las utiliza, las sublimiza, las convierte en parte viva de su entorno, para expresar su amor o su dolor; para extrovertir su alegría durante los Carnavales o para traducir su religiosidad durante la Semana Santa; para hacer más cercanos oficios como la pintura, la literatura, la gastronomía, la medicina, la artesanía, sin barreras políticas, sociales o económicas. No hay acto cotidiano que no la involucre; no hay gesto doméstico o sublime, intelectual o mundano, que no se alimente de la imagen de una flor. Es la cultura alrededor de la cual se tejen tantos sueños y tantas realidades.

Toda esa carga de sentimientos y reflexiones, de recuerdos y actitudes ante la flor, tenía que provocar un formidable fenómeno económico que dependiera también de ella. Un proceso que se inició 25 años atrás cuando un grupo de visionarios descubrió en la Sabana de Bogotá y otras zonas de Antioquia y el sur del país las condiciones naturales indispensables para poner en marcha lo que ahora es uno de los sectores más importantes de la economía colombiana: el cultivo y exportación de flores.

Actualmente, Colombia es el segundo país productor de flores en el mundo, después de Holanda, y el primer exportador a los Estados Unidos. Estos logros no han sido espontáneos. Son el resultado de una conciencia clara sobre un clima privilegiado, la hermosura de un producto y el conocimiento de un progreso que requiere planeación eficiente, organización estricta, control de calidad permanente y capacitación a fondo del personal qué labora en los distintos sectores de esta producción.

Este libro no pretende agotar el tema sobre las flores colombianas. Sólo busca alcanzar una visión general sobre uno de los aspectos más hermosos y significativos de la vida de un país. Es el resultado de un trabajo de equipo donde un grupo de investigadores, botánicos, escritores, fotógrafos, diseñadores y editores, trabajó durante varios años para reunir una valiosa información que estaba dispersa en bibliotecas, archivos, museos, jardines botánicos y colecciones, dentro y fuera del país y para ilustrarla con imágenes recogidas a todo lo largo de la geografía colombiana hasta conseguir editar una obra útil, entretenida, amable, bella y propia de Colombia.

Después de atravesar el universo alucinante de la historia de la flor desde las guirnaldas indígenas hasta la Expedición Botánica; de emocionarse con los secretos de la naturaleza mientras una abeja espera que una flor cambie su temperatura para penetrarla y untarse del polen que facilitará la polinización fecunda; después de sorprenderse con los nombres y los significados más variados de las flores y de admirarse con los logros de los cultivadores y exportadores, el lector sabrá que con este libro se abren nuevas posibilidades al estudio de un tema apasionante: las flores colombianas, que son la imagen más hermosa, más cálida y más plena de vida que este país puede ofrecer al mundo entero.

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